sábado, 2 de julio de 2011

Te perdiste de mí...

Te solté!
me perdí en mi miedo solemne adjunto al ego.

Tras un atardecer eterno,
logré soltarte, al mismo tiempo que las lágrimas amargas rodaron
a través de mi cuerpo.

Ese cuerpo desnudo e inverosímil,
que perdió la fe.

Que perdió la fe de si mismo,
y comenzó a escuchar los murmullos de los demás.

Arrepentida de la pérdida,
se ausento el sueño y la ilusión de un ser que ya no está aquí.

No sé cuando dejaste de existir en mí,
sólo sé que te siento y te tengo aquí.

Intangible, pero existible,
deseable pero a la vez indeseable.

Era tan hermoso pensar en tí,
contar las horas de tu llegada.

Acariciarte a través de mí,
sin perder la FE de que mi error no trascendería en ti.

Te perdí,
y a la vez te tengo aquí.

Te amo, te alabo, te adoro.
Me escuchas, me has perdonado, nos cuidas.

Aunque yo no haya querido nunca
que tu estuvieras aquí.